Subiendo hacía la cabecera en la furgo
Godo, Quin, Fernando, Sergio, Gonzalo, Toño y Recuen fueron los intrépidos que motivados por la novedad de la actividad y mas contentos por estrenar material que un nene con zapatos nuevos (bueno con Seland nuevas) hacían su entrada al cañón a eso de las 22.50 horas.
El reflejo de las luces entre las paredes del cañón, la sensación de caminar de noche por un curso de agua, ver como tu luz se sumerge en el agua cuando saltas o ver a tus compañeros en lo alto de un rapel con la única luz de su frontal (que no Fontal…) hizo que según íbamos avanzando la motivación aumentara.
A mitad de camino
El descenso se produjo sin ningún tipo de incidente y poniendo a prueba la adherencia de nuestro nuevo material y sufriendo en nuestras narices el roce del kevlar, proseguimos el descenso entre rapeles y algún que otro salto que puso a prueba nuestros frontales acuáticos y los no acuáticos también…
Fernando y Quinito rapelando cada uno por un cabo.
Ya finalizando el cañón, y entre algún que otro resbalón del que no se salvó nadie, llegamos al tobogán que gracias a la presa humana que hicimos nos hizo salir disparados como balas en un descenso trepidante que nos gusto tanto que como auténticos salmones (bueno más bien salmonetes) tuvimos que volver a remontar para poder repetirlos.
Ya a eso de las 2.45am llegamos a los coches donde nos cambiamos y comimos algo mientras comentábamos satisfechos y contentos la nueva y bonita experiencia de haber realizado un cañón de noche, así que después de cenar y haber recogido todo partimos hacia Cuenca en un viaje de vuelta con ciervos, conejos liebres…pero sobre todo mucho sueño…